Viajes de ensueño. La Antartica Chilena.

La empresa Antarctica XXI, la única que organiza viajes a la Antártica combinando avión y barco de expedición. Un viaje para observar ballenas, pingüinos, focas y los increíbles paisajes cubiertos de blanco que entrega este continente. El trayecto es un ensueño adictivo cuyo relato merece ser transcrito.

A continuación se relata el viaje emprendido por Evelyn Pfeiffer a este lugar inigualable, el cual plasmo en un medio impreso nacional.

«Había visto cientos de fotos, documentales y películas, devorado libros con historias de exploradores y sobrevivencia. Había firmado por causas en contra de la caza de ballenas y asegurado con orgullo patrio que Chile tiene un inmenso territorio antártico. Pero estar en este lugar, supera cualquier expectativa que uno se haya creado. No son más que vagas ideas de unos de los sitios más impresionantes del planeta, donde la inmensidad, los paisajes y la fauna son tan potentes que emocionan.

Curiosamente, también desaparecen los sentimientos patriotas entre los visitantes. Con pasajeros de todas las nacionalidades comentamos que ojalá esta tierra siga existiendo tal y como está: tierra de nadie y de todos, sin fronteras, sin industrias, sin contaminación, ni humanos.

La Naturaleza en todo su esplendor

Hace más de medio siglo comenzaron a llegar los primeros turistas a estas frías tierras. La empresa chilena Antarctica XXI opera como una alternativa novedosa frente a la oferta convencional de cruceros, siendo los únicos en combinar un avión con un barco de expedición.

Se toma un vuelo desde Punta Arenas hasta la Base Aérea chilena Frei, desde ahí uno se embarca en Bahía Fildes para comenzar la aventura por la costa occidental de la Península Antártica, ahorrándose los cinco días (ida y vuelta) de navegación por el tormentoso y temido Mar de Drake.

Los cupos se acaban muy rápido, por eso hay que reservar desde ya, si uno quiere cumplir su sueño antártico.

Pero antes de decidir lo primero es sacarse la idea de que esto es un crucero convencional; el barco no tiene pretensiones de lujo, pero sí es muy cómodo, posee capacidad para 60 pasajeros y el ambiente es siempre informal. La Antártica tampoco es el lugar para hacer brindis con hielos milenarios (esa tradición es impensada en estas tierras), ni un tranquilo viaje para dormir siesta. Un viaje de estos es sinónimo de explorar.

Noches claras

¡Me quedé dormida! Me siento rápidamente en la cama, asustada, creyendo que me había perdido el primer desembarco. Mi cabina está completamente iluminada, pero son recién las 4.30 de la mañana. Claro, a esta latitud, no existe la noche en pleno verano, sino que el cielo queda en penumbra por un par de horas y el atardecer se funde con el amanecer, en un cielo teñido de rojo.

Con tanta dosis de luz los días se aprovechan con dos a cuatro desembarcos diarios, que pueden partir a las 6.00 am. El poco tiempo libre se aprovecha con charlas, documentales o la opción de elegir entre una amplia biblioteca con libros antárticos, porque aquí el público es inquieto y un amplio conocedor de la historia y fauna del continente. No basta decir vi un pingüino, uno aprende a reconocer entre un papúa, un barbijo o un adelia y precisamente eso practicamos desde el primer desembarco.

El lugar elegido es Isla Danco, hogar de unas 1.600 parejas de pingüinos papúa, donde comenzamos a caminar sobre la nieve hacia la cima de la isla. Lo hacemos con calma y en fila india, tratando de no alterar en nada la fauna ni el paisaje. De tanto en tanto, debemos detenernos para dejar pasar a los pingüinos, que se deslizan por verdaderos toboganes que han formado con su constante ir y venir al mar para alimentarse.

Las vistas son espectaculares, con montañas cubiertas de blanco como si fuera un paraíso de merengue y enormes icebergs flotando en el mar. No corre nada de viento y no hay ninguna nube en el cielo. Claramente nos abrigamos demasiado, porque de a poco las parkas comienzan a verse amarradas de las cinturas e, incluso, algunos se atreven a andar en polera, cuestión que parece increíble estando en el continente más frío de la Tierra.

Seguimos navegando hacia el sur hasta alcanzar nuestro punto más austral del viaje en Bahía Paraíso (64° 51′ de latitud sur), conocido como uno de los lugares más hermosos del continente, frente a la base argentina Almirante Brown.

Navegamos en zodiac en medio de enormes témpanos y nos da envidia ver las focas durmiendo tan plácidamente sobre ellos, sin siquiera molestarse por la presencia humana. Algunas levantan la cabeza para observarnos, pero regresan rápidamente a su plácido sueño sobre la masa de hielo.

Nos topamos con no cientos, sino miles de pingüinos: en la tierra, en la nieve, nadando o tratando de saltar a un témpano. La mayoría se ve mucho más ocupado que las focas, ya sea cantando o cuidando a sus adorables crías, a las que deben alimentar y proteger de las skúas. ¿Recuerda esas aves de color café que trataban de llevarse a los polluelos en la película animada Happy Feet? En la vida real es exactamente lo mismo e igual de crudo, pero no podemos intervenir.

Experiencia cercana

Basta creer que uno ya lo ha visto todo cuando la Antártica logra volver a sorprenderte.

Los días transcurren con sol (¡Sí! Cuatro días seguidos de sol), en paisajes donde cada iceberg compite con el otro por cuál tiene los colores y formas más perfectos. Incluso vemos cómo un gigantesco témpano de unos 100 metros de largo comienza a voltearse, generando una pirotecnia de desprendimientos de hielo, olas y sonidos como un bombardeo que nos dejan con más de alguna taquicardia. Un brasileño comenta que este es su viaje número 12 (al parecer estos viajes son adictivos) y que nunca había visto algo tan impresionante. No cabe duda que la suerte estaba de nuestro lado.

Un día, después de cenar, el barco se detiene de improviso y nos anuncian por los parlantes que saldremos a observar ballenas en zodiac. ¡Estamos rodeados de ellas! La luz del atardecer, el mar absolutamente calmo y soplos de ballenas por todas partes anuncian uno de los mejores momentos de la expedición.

La cacería por la mejor foto comienza de lejos, pero cada vez las ballenas comienzan a acercarse más y más; y las emociones se disparan al ver un animal tan inmenso desde nuestra vulnerable embarcación.

Es cosa de sacar los cálculos: son 17 metros de largo y 40 toneladas de peso, versus un bote de unos seis metros y 300 kilos, más ocho pasajeros nada de corpulentos. Si la ballena quisiera darnos vuelta podría hacerlo, pero no son agresivas y nunca se ha sabido de un accidente de ese tipo.

Dos ballenas nadan en nuestra dirección. Salen a respirar y se pierden por un largo momento. Miro a un costado y una enorme mancha negra comienza a emerger, apareciendo una gigantesca cabeza a centímetros de la proa.

Está tan cerca que podría tocarla si extendiera un poco la mano, pero sólo nos miramos por un pequeño -y mágico- instante y vuelve a hundirse, mientras todos explotamos en risas nerviosas.

Es uno de esos momentos únicos e inolvidables que da la Antártica, donde de vez en cuando la fauna decide salir a curiosear esta especie ajena al continente blanco.

Viajes

Antarctica XXI, tres experiencias:

Antártica Express. En barco desde Ushuaia por paso Drake y en avión a Punta Arenas. Llega a isla Rey Jorge. Desde US$3.490.

Antártica Clásica. Es el producto más cotizado de la empresa con ida y regreso en avión a Punta Arenas. Seis días en Antártica, llegando alrededor de 66° de latitud. Desde US$8.990.

Experiencia Antártica. En avión desde Pta. Arenas y regresando en barco por el paso Drake hasta Ushuaia. Cuatro días en la Antártica . Desde US$ 7.990 Cruzar el Drake en barco son dos días y medio de navegación en un sentido.

Antartica XXI
Dirección: Lautaro Navarro 987, 2do Piso. Punta Arenas.Chile
Teléfono: +56 (61) 6141005

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